Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el SEÑOR, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza. (Jermías 29:11)
La casa de un amigo en común fue idónea para un futuro inesperado. Max Pacheco y Mariel Colón comenzaron a construir una relación de pareja que estaba compuesta por discusiones, el alcohol, las drogas y la inestabilidad. Luego de cinco años de casados, el vacío en el interior de Max se hacía evidente. El amor por su esposa, haber tenido un hijo, contar con un buen trabajo y amistades… no eran suficientes. De vez en cuando el recuerdo de su niñez estaba presente, puesto que fue en su hogar donde conoció que Cristo debía ser el centro de todo.
El 2010 para Max fue un año de muchos despidos de trabajo debido al constante uso de drogas y la depresión severa que sufría. No obstante, Dios había decidido hacer constar su deseo y su voluntad para Max. En todos los lugares de empleo que era contratado se hablaba de Dios; si se dirigía a realizar una compra, allí se escuchaba de Jesús, Dios estaba buscándolo. Max, sorprendido, le contaba a Mariel lo que sucedía, y ella respondía: “Tú eres el que necesita ayuda.” Cada encuentro de Max con Dios no era suficiente para que Mariel renunciara a la idea de que su esposo abandonara el hogar y completara los documentos del divorcio.
Mientras Max se encontraba trabajando en un centro comercial, un señor cristiano se acercó luego de haber sido rechazado por una mujer que no quería escuchar de Dios. “Mira lo que le estoy dando a ella, así están las cosas” dijo el señor. En adición, verbalizó: “¡Y tú!, ¿qué pasó contigo?” Max sorprendido le respondió: ¡Como que… qué pasó conmigo! El señor terminó la conversación diciendo: “A ti Dios te está buscando, yo no sé qué es lo que tú tienes, pero ese tratado no era para ella… era para ti.” Max recibió la hoja de papel y se fue al final de la tienda a llorar.
Mariel volvió a escuhar que Dios estaba hablando y buscando a su esposo. Las historias eran tantas sobre cómo Dios buscaba a Max, que ya estaba convencida de que Dios quería hacer algo con él. Solamente con él.
Aunque a finales de ese año los cuestionamientos sobre el estilo de vida que llevaban eran notorios. El deseo de asistir y hacer fiestas fue disminuyendo hasta que el 31 de diciembre de 2010, mientras celebraban la despedida de año, sin pensarlo Mariel dijo: “Yo quiero que este año Dios sea el centro de mi casa.” Rápidamente e internamente se cuestionó el por qué había dicho eso.
De manera que, el 1 de enero de 2011, Mariel dispuso en su corazón asistir a la iglesia. Visitaron varias congregaciones, experimentaron como Dios utilizó a su hijo de dos años al tomarlos por las manos para que pasaran al frente de todos y recibieran a Jesús en sus corazones. Todo esto solo era el plan de Dios para que el 3 de febrero de 2011, llegaran a Casa de Restauración, Fe, Palabra y Presencia Puerto Rico.
Comenzó el proceso de transformación… el consumo de alcohol y drogas disminuyó y las discusiones eran mínimas. Dios estaba trabajando en su hogar. Max veía como su esposa cedía su corazón completamente a Dios y como se involucraba en la iglesia. Por otro lado, Mariel observaba que su esposo, a pesar de que estaba dispuesto, continuaba luchando con el uso de algunas drogas. Sin importar las veces que Mariel veía que su esposo hacía lo contrario a la palabra esta aprendió a orar y declaraba: “Gracias, Señor porque con esas manos él toca instrumentos para ti, llevará la palabra de Dios e impondrá sus manos y otros serán sanos.” No se cansó de verlo como Dios lo ve.
Hasta que un día Dios lanzó un reto. El Obispo José Padua por el espíritu dijo: “Se abre un portal para una ofrenda de rompimiento. La ofrenda será de 70 dólares y en 70 días ocurrirá el rompimiento.” Pese a que Max luchaba con los diezmos y las ofrendas sabía que necesitaba ese rompimiento en su vida. Le pidió el dinero a su esposa y lo sembró. Tiempo después Max retoma el talento de tocar la batería en su hogar y experimentó ser parte de un viaje ministerial. Después de estas experiencias, se levantó un día y decidió botar todo aquello que lo ataba al consumo de drogas y se decía a sí mismo: “Se acabó, no voy más.” Lo que Max desconocía era que se había cumplido la palabra, setenta días habían transcurrido.
Desde entonces Dios no ha parado de bendecirlos. La idea del divorcio desapareció cuando Cristo llegó. Dios se encargó de cambiar a un desempleado por un empresario. Una mujer sin visión por una de oración. Una familia disfuncional por una familia con propósito. 1 Corintios 1: 28 dice: “y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es.” Dios se encargó de cambiar sus nombres de criaturas a hijos. Ahora son ungidos como los Apóstoles Max y Mariel Pacheco, aquellos que aceparon el reto de lanzarse a lo inesperado de Dios.